No me imaginaba que realmente eran tan tiernos, carnosos y mentolados. Me los trajo mi hermana Mane de San Martin de los Andes, aclaro que no tienen nada de raro y que son legalmente comestibles.
Vienen secos lo ideal es hidratarlos media hora o una hora en vino blanco. Después de dorar unas cebollas, en manteca y aceite de oliva, los agregamos con su jugo, esto es muy importante porque le aportan un color tierra muy característico que liberan después del contacto con el vino. Agregar sal y pimienta blanca. Cuando el alcohol se evaporo vamos con la crema. Para liquidarlo y ponerlo en una de las mejores salsas que me salieron, se raya un queso Fontina y se le agrega de a poco, estructurandolo y complejizandolo. Para repetir.
Les debo la foto, pueden acompañarlos con cualquier pasta rellena o unos fettucini.
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